Partiendo de Leros, llena de hermosas playas, llegaremos a Lipsi (Leipsoi), que en la Odisea es la isla donde la ninfa sostuvo a Odiseo durante años. Una tentación que también podría llegar a nosotros dada la belleza de sus costas, los pintorescos callejones de sus pueblos y el sabor del vino que allí se produce y al que dedican una fiesta. Para no quedarse atrás, la cercana Samos, cuna del matemático Pitágoras y del filósofo Epicuro, famosa por su mascate blanco, ha dedicado un museo al vino. La capital de Samos está en un lugar impresionante dentro de una cala. El museo arqueológico de Pyathagorio es espléndido.

La isla de Patmos es quizás la más hermosa y cosmopolita de las islas del Dodecaneso y desprende un encanto espiritual único. En una cueva de la isla, Juan escribió el Libro del Apocalipsis y peregrinos de todo el mundo visitan los monasterios que la rodean.

Entre ellas, no debe perderse la fortificada del Apocalipsis nacida alrededor de la cueva donde se dice que el apóstol Juan escribió su Evangelio. Pero los demás también son interesantes, especialmente los cercanos a la Hora, que la UNESCO ha declarado Patrimonio de la Humanidad. La Hora es imponente por su ubicación y por el conjunto de edificios homogéneos que han surgido alrededor de las fortificaciones.

Continuando nuestro viaje, nos encontraremos con los verdes Agathonissi , que ofrecen excelentes fondeaderos. Quíos, la última parada, es exuberante y seductora: el legendario lugar de nacimiento de Homero, está lleno de encantadores pueblos y monumentos bizantinos. Como muchas otras islas del Dodecaneso, fue una colonia genovesa. Los testimonios de esa época se encuentran en el Museo del Palazzo Giustiniani. La isla es conocida por el cultivo de Mastiha, una resina aromática con propiedades beneficiosas para la salud. El centro de la ciudad se visita mejor por la tarde, cuando los callejones estrechos son más encantadores. El puerto de Emborios cuenta con excelentes tabernas donde puedes probar las especialidades culinarias del lugar.